miércoles, julio 2

Un Viejo y Un Rió

Un rió de montaña con frondosos bosques en sus orillas que lo abrigaban, rocas de todos los tamaños le mostraban el camino a recorrer a sus frescas aguas, un rió lleno de vida en su interior y con infinitas curvas. Tales aguas en algún rincon perdido en la patagonia alguna historia tiene para contar y los hombres que lo han conocido seguro que de este algo tienen para recordar.
Un hombre lo conocía muy bien, un viejo pescador que con la sabiduría de permanecer tiempo con los pies en el agua desde niño con su padre, le habían dado una simpleza haciendo parecer todo muy facil. El viejo visitaba estas aguas muy seguido, era tan sagrado ir a pescarlo como para algunos ir los domingos a misa. Su padre le había enseñado los mandamientos de un pescador y así el lo predico a sus hijos y nietos. Mandamientos que perfectamente se adecuaban a los caracteres de lo cotidiano.
Solía sentarse en las orillas a solo contemplar las aguas o quizás a meditar sobre lo vivido, haciendo sonar a su armónica un triste blues. Cada día de pesca el respetaba un ritual, llegaba ala costa y observaba sus aguas tratando de leer cual era el secreto para capturar una trucha aunque con sus muchas mañanas y tardes en él se habían echo amigos y ninguno tenia para el otro secretos. A mitad de la tarde buscaba un gran árbol para comer los sanwich que su esposa le preparaba, luego se recostaba sobre el tronco para pegar los parpados en una siesta y darse una tregua con los peces. Al final de la jornada abría su petaca con Jack Daniels y brindaba no junto si no con su amigo ya que le dejaba caer a sus aguas un poco del whiskey.
Pero el invierno le llego, todos los seres queridos de su juventud ya no existían, sus amigos habían partido para pescar el los ríos del paraíso. Solo le quedaba uno que también había cambiado, era ese mismo rió pero sus aguas no tenían la misma vida. Por que los ríos son como las personas, cambian con el tiempo, pero sus esencias se mantienen.
Los pescadores jóvenes lo veían respetando su ritual con la dificultad que la vejes trae, se dice que la experiencia es un peine que te regalan cuando ya estas pelado. Los sanwich de supermercado no sabían ni por asomo a los de su amada.
Le decían que ya no debía ir a pescar, que era demasiado peligroso con su edad, pero como podía ese viejo dejar de visitar al único amigo que le quedaba, aquel que le recordaba las historias y seres de su juventud.
Un día lo vieron llegar al rió pero no volver. Lo buscaron hasta el cansancio pero jamás supieron nada. Los comentarios empezaron a circular y las teorías de cómo desapareció eran muchas, cómo se había ahogado o perdido en el bosque eran algunas.
Para mi ese encanto de un rió que intriga de no saber cual es la sorpresa que depara detrás de una curva, lo atrapo y estas aguas tenia muchos lugares así. Ese hechizo a todos nos pega, siempre esta la ilusión de pescar una sirena en ese desconocido lugar detrás de una vuelta. Este hombre ya no tenia nada que lo atara y lo haga volver, todo lo que quiso y amo solo yacía en los recuerdos que el rió, le daba.
Se dice que a media tarde se siente el olor de su pipa y a veces el pasto donde el acostumbraba descansar lo encuentran aplastado.
Y atentos por que quizás en el rió donde ustedes mojan su mosca perdidos en la patagonia, sea un rió de grandes bosques, rocas de todos los tamaños y infinitas curvas, tal vez en ese lugar escuchen el sonido de una armónica cantando un triste blues…



Nicolás Gómez Lengyel

1 comentario:

Nano dijo...

Muy buen relato Nicky,la verdad,te pasaste,un abrazo.

Nano.